miércoles, 5 de mayo de 2010

EL HACEDOR DE SUEÑOS


¿Qué es un escritor? Parece una pregunta sencilla, y sin embargo puede dar lugar a muchas respuestas. Habrá quien diga, que un escritor es aquel que escribe libros, sin más; otros pueden decir, que se trata de una persona cuya profesión es escribir y cobrar por ello; otros dirán que un escritor es alguien que nace con una vocación irrefrenable de contarle al mundo lo que siente, o simplemente alguien que se entretiene tejiendo historias. Y en todas ellas hay un nexo común, el escritor, escribe. Sin embargo, no es considerado escritor cualquiera que escribe, sino aquel que lo hace desarrollando una profesión en la que la palabra da forma al arte literario.
Pero más allá de todas estas consideraciones, creo que ser escritor va mucho más allá del hecho de escribir, incluso del propio arte literario en sí, ser escritor es una necesidad, la necesidad de un alma humana por crecer más allá de su propia existencia. Cada obra parida por la pluma de un autor, es un nuevo intento por reinventarse a sí mismo, y expandirse un poco más.
Los primeros escritores fueron los egipcios y los sumerios, y entre los primeros escritores griegos, destaca Homero, autor de La Iliada y La Odisea. En cuanto a las escritoras, una de las primeras, fue Safo, proveniente de la isla de Lesbos, Grecia. Podemos hablar también de Píndaro, uno de los primeros escritores griegos que escribió odas y canciones, o de Esquilo y Eurípides, autores de obras mitológicas. En cuanto a las comedias, debemos mencionar a Aristófanes, y así podemos ir desgranando un listado de autores de la Antigüedad que nos obsequiaron con grandes obras, legados de los que hemos bebido a lo largo de los siglos.
Con el paso del tiempo, han ido surgiendo grandes plumas que han continuado narrando las aventuras y desventuras de miles de personajes, sentimientos forjados en bellos y sutiles versos, aventuras teatrales, y así un sinfín de sueños desgranados y regalados a aquellos ojos que decidan recorrer sus líneas impresas. Un escritor, en definitiva, es un hacedor de sueños.
Cada obra literaria sume a aquel que la penetra, en un nuevo mundo lleno de experiencias deseosas de ser desenmascaradas, y descubre, sin darse cuenta, una porción de alma de aquel que ha dado forma a dicha historia. El escritor comparte sus sueños, los regala a cada lector que los descubre, invitándole a soñar, y a vivir la magia sin la cual todo es demasiado opaco. De la mano de sus obras, es conducido el lector intrépido que se atreve a traspasar el umbral para sumergirse en lo que hay al otro lado. Nadie sabe de esperanza, si no se ha asomado al abismo que supone cada nueva obra creada.
Miguel de Cervantes, grande de nuestras letras castellanas, nos brindó mil aventuras junto a un flacucho hidalgo llamado Don Quijote, que acompañado de gordinflón escudero, peleó audaz contra molinos de viento; Leopoldo Alas (Clarín), nos mostró con crudeza la estricta y rígida sociedad del siglo XIX, de la mano de La regenta, obra cumbre del Realismo español. ¿Y qué decir de nuestro pícaro Lazarillo, que sobrevivía a base de ingenio, en un mundo poco grato y difícil? Después, Miguel Hernández, desde su encierro y a escondidas, fue plasmando en vivaces poemas la dureza de la miseria, de la dictadura; y también hubo quienes desearon despertar nuestra fantasía, como el gran Tolkien, que desde su imaginación más profunda, nos regaló un mundo nuevo e inexistente fuera de su mente, hasta que decidió plasmarlo en papel…
El escritor se entrega valiente y aguerrido a la batalla que supone parir su obra, y nos desvela de este modo lo que agita su corazón inquieto. Nos hace partícipe de aquello que anhela, que sueña, o que simplemente imagina, y aun sabiendo, que una vez publicada, su obra dejará de pertenecerle, para ser del mundo, la entrega feliz para que sea devorada por la avidez de los ojos que la recorrerán. El escritor, no es otra cosa que eso, un fabricante de sueños, y los sueños, en definitiva, son el alimento del alma…



Lorea Otsoa Honorato.









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