El dolor era intenso,
lacerante como el puñal que abre la carne,
que hiere la entraña y la sangra.
Lo había visto partir
y mezclarse con las sombras del olvido,
cual fantasma de bruma oscura.
No volvería, y su presencia se tornaría en eco,
el repicar de un sonido vago
que apenas habita en el recuerdo…
Ella lo supo al instante
al percibir el frío en la mirada vacía,
la oscuridad en el rostro amado…
El corazón llagado y dolorido
vaga hacia un abismo profundo,
en busca de un consuelo inexistente
albergado en una respuesta muda.
El viento revuelve las hojas secas,
arañando los pensamientos,
recuerdos que duelen,
que evocan lo perdido.