miércoles, 11 de enero de 2012

LA JAULA DEL MIEDO















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Tenía tanto miedo que apenas podía respirar. La atmósfera estaba tan cargada de gritos y sollozos que se había vuelto irrespirable. María, acurrucada en un rincón de la cocina, observaba ida las gotitas de sangre que salpicaban el suelo. Él ya se había marchado, había huido de la escena como una culebra cobarde, y la había dejado allí, golpeada, con un pitido insoportable en los oídos. Permanecía quieta a pesar de estar sola en la cocina, temía incluso pensar, como si de alguna forma él pudiera darse cuenta y volver para matarla.

Se abrió la puerta lentamente, y ella gimió lastimera, entonces vio entrar a un niño muy pequeño, que apretaba un peluche entre los brazos y la miraba con los ojos llenos de lágrimas, estaba tan asustado como ella. Se levantó impulsada por un resorte, caminó lenta y dolorida hasta el teléfono, y mientras revolvía el cabello del niño con los dedos, marcó un número de tres dígitos.


Lorea Otsoa Honorato.