lunes, 15 de diciembre de 2008

LA SONRISA DE LA LUNA


La luna cayó del cielo aquella noche, se sumergió en las calientes aguas del mar y el cielo quedó marcado por una blanca estela que lo dividió en dos partes. En la oscuridad de la noche lloré tu ausencia una vez más, no la primera, pero sí la última porque esta vez te había perdido para siempre.
La muerte es siempre fría, pero más cuando te arrebata el alma y se la lleva en tus bolsillos. Es una rutina, la gente muere todos los días, pero no todos los días muere un alma gemela.
Tu cuerpo se sumergió en la tierra exhalando un leve suspiro, así de fácil se muere uno, sin más, sin avisar, dejándote el corazón envuelto en el más denso luto. Decidí irme a la playa sin decírselo a nadie, la soledad me llamaba a gritos arañándome las entrañas. Creí verte un momento entre le luna y el mar, pero al caer ésta, tu imagen se borró sin dejar rastro. En la intimidad de esa soledad buscada, que me traía el eco de nuestra propia intimidad, pude al fin llorar. Lejos quedaba el atolondramiento que me abarrotó el cuerpo al conocer la noticia, los temblores, el gran nudo en la garganta…
No quise verte, imaginar tu cuerpo encerrado en un cajón cortándote la libertad que tanto amaste y buscaste, me era insoportable. Luchabas por vivir al máximo sintiendo que cada minuto era el último, de alguna manera sabías que ibas a morir joven. Yo en cambio aplazaba los momentos buscando una mejor ocasión sin darme cuenta que las mejores ocasiones no nacen de los planes preconcebidos, sino que surgen de sueños espontáneos.
Cuando supe la noticia sentí que moría, pero mi muerte era aún peor que la tuya, porque me obligaba a seguir encadenada a un mundo que ya no me motivaba. En cuestión de minutos me sentí prisionera de una existencia que se me antojaba cruel. Me hubiera marchado contigo pero sé que no te habría gustado. La vida se me antojó larga, inabarcable, llena de años vacíos que tenía que soportar para reunirme contigo.
- Ha sufrido un accidente con el coche – la voz del otro lado del teléfono sonaba metálica, irreconocible -, lo siento Julia.
Era Juan, un amigo común, incluso llegó a sentarme mal que supiera la noticia antes que yo, después me sentí absurda. El dolor no llegó momentáneo, tardó tiempo, pero cuando llegó se me echó encima como una losa.
No fui al funeral, me escondí en mi cuatro fingiendo una indisposición, pero lo cierto es que no soportaba la idea de ver como te metían en un agujero negro. Por la noche me fui a la playa de que ibas a aparecer para sorprenderme una vez más. Pero tú ya no podías venir a llenar mis huecos con tus susurros. Me había sentido sola muchas veces, pero nunca como ahora; sentía un pozo en lo más interno del estómago. Las palabras nunca te dejaré sola se tornaban entonces en un chiste, una farsa, una promesa incumplida, un rumor… Te odié por haberme abandonado de aquella manera tan absoluta, tan rotunda, por no haberte despedido, por haber dejado que nos enfadáramos tantas veces, por no llevarme contigo, por hacerme sentir tan diminuta, tan insignificante dentro de tu cosmos. Pregunté por qué al silencio, pero no me respondió, nada, ni una pequeña señal que no me hiciera sentir tan insignificante.
Esta mañana he paseado por ese mismo lugar, tal vez tratando de entender tu muerte desde la distancia, pero no hay una explicación, simplemente es algo que ocurre sin ningún sentido, sin normas interpretables por nosotros. Sin embargo te siento más dentro de mí que nunca, me consuela el pensar que tal vez fui tu último pensamiento, o tal vez uno de los muchos que tuviste. En los años que aún me separan de ti prefiero engañarme pensando que fui tan importante para ti que me dedicaste tu último suspiro.
Leo tus cartas cada noche, tus canciones, me doy cuenta de que tu espíritu no se encuentra encerrado en las palabras que las componen, porque ellas no pueden explicar lo que tú eras, lo que sigues siendo, son escasas en sus significados, tú significas más, pero el torpe lenguaje no puede dibujar lo que se siente por dentro, tan sólo puede darnos una idea vaga y efímera, un simple espejismo de lo que nos compone el alma. Tal vez la tuya era demasiado grande y tuvo que escapar a la materia para crecer, para sentir la tan intensa libertad de la que hablan tus canciones. Seguramente tratabas de explicármelo cuando suspirabas entre mis brazos, pero yo no supe darme cuenta, no supe interpretar algo tan sutil, tan intangible. El lenguaje de los suspiros nos es sumamente desconocido, no le prestamos atención porque es muy silencioso; pero tú sí que lo conocías, e intentabas utilizarlo conmigo, supongo que me sobrestimaste, o simplemente sabías que llegaría a darme cuenta de ello cuando ya te hubieras marchado, y sin embargo yo te odié, te creí egoísta por dejarme sola, ahora me doy cuenta de que la egoísta soy yo. Quizá llegue el día en el que mi alma busque su liberación, y tú me esperaras en el umbral, como siempre has hecho.
Está anocheciendo, la playa está preciosa a esta hora, pero esta noche la luna no cae, sino que emerge del mar desplegando una de sus mejores sonrisas, creo que es un buen presagio, sé que tras ella te escondes tú con tu cuaderno de notas y tu pluma, dispuesto a escribir una nueva canción.

1 comentario:

david santos dijo...

Belo! Mismo muy belo!!!


Quería desearte una feliz navidad y que siendo amigos en el 2009!

Abrazos y no bajes los brazos nunca.