lunes, 12 de enero de 2015

CUANDO SE VA EL AMOR



Mi alma transita calles frías y oscuras, laberintos inciertos de callejuelas angostas y sin salida. No hay lugar para el refugio, no hay escondite para lamer las heridas. La soledad es densa y viscosa, y se adhiere a la piel de manera angustiosa. ¿Hay algo más doloroso que la certeza absoluta de haber sido abandonado? Cuando el amor huye y nos deja, un vacío inmenso se abre en nuestro interior, y es insoportable percibir cómo se agranda tragándoselo todo...

            Está aquí físicamente, pero ya se ha ido en alma, y esto es quizás lo más doloroso. Observar esa sombra que pasa por al lado sin rozarnos, indiferente, y saber a ciencia cierta que es el último rastro que nos queda. La mente se niega a admitir lo que el corazón ya sabe; pero está ahí, ante nosotros, y no podemos evitar sentirlo aunque no queramos mirarlo de frente. No aún.

            No se va, no se está yendo, hace tiempo que se marchó, como esa estrella muerta hace tantísimo que aún parece brillar a lo lejos. Y poco a poco las lágrimas acuden a la llamada de la comprensión, de la aceptación de lo que está ocurriendo en realidad. Y esa necesidad desesperada de avivar los rescoldos de lo que fue y ya nunca volverá a ser... Llorar es lo único que parece quedarnos, y esto es tan triste que cuesta un mundo alzar la vista y tratar de hallar un futuro, un más allá a partir de estas cenizas...
            Quizás mañana habrá tiempo para la esperanza, quizás pasado para la ilusión; tal vez sea cierto que nada es eterno y menos que nada el dolor... Sin embargo cuánto cuesta elevar el vuelo hacia otros cielos...



Lorea Otsoa Honorato.

No hay comentarios: