lunes, 16 de febrero de 2009

LA DECISIÓN (2)




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El tiempo allí dentro era muy diferente a fuera, era como si se hubiese ralentizado, lo iba estancando todo, de pronto su vida había dejado de pertenecerle, ya no la controlaba, por primera vez en toda su existencia, no sabía qué hacer, no tenía pautas para ello, pautas que seguir en aquellas circunstancias, no tenía un plan. Por eso estaba quieto, sin hacer nada, arrugado como una hoja al caer de un árbol en otoño, esperando a que algo ocurriese, a que tuviese lugar algún desenlace. Lo único que cambiaba a su al rededor eran las sombras, aquella que se alimentaban de sus miedos, de sus angustias, ellas seguían creciendo mientras él se sentía mermar cada vez más.
Un chasquido le hizo salir de su ostracismo y mirar hacia donde provenía el citado sonido. Le pareció ver una chispa, una especie de lucecita blanca diminuta, casi imperceptible. Arrugó los ojos y frunció el ceño tratando de distinguir algo, intentando comprobar si lo que veía era lo que sospechaba, o su mente febril le estaba jugando una mala pasada. Pero la luz era diminuta y débil, parpadeaba de forma casi imperceptible, así que era muy difícil verla; aun así, él no se olvidó de ella, y a cada rato miraba para comprobar que aún seguía allí, que no se había apagado. No se atrevía a acercarse un poco para poderla ver desde más cerca, no tenía valor para deshacer el ovillo en el que se había transformado y gatear hasta la chispa. Sin embargo pudo apreciar algo, algo casi inapreciable y que él sí que percibió: las sombras se habían alejado un poco de la zona en la que se hallaba la lucecita. Esto llamó mucho su atención y desde ese momento decidió no perder detalle. Nada se modificó, todo permaneció igual desde aquel instante, parecía que su vida iba a seguir transcurriendo de aquel modo de ahí en adelante, metido en aquel pozo inmundo, profundo y oscuro del que no podía salir desde que aquella mañana cayera en él sin remisión. Ya no lloraba, se había cansado de hacerlo, también se estaba cansando de esperar, pero, ¿qué podía hacer? Aquel pozo no tenía salida, la única salida se hallaba a varios metros y era realmente imposible acceder a ella.
Un día, tras mucho meditarlo, se aventuró a cambiar de postura, de pronto le parecía ridículo seguir sentado totalmente encogido, pensó que el estar en aquella actitud no le salvaría del posible ataque de las sombras, además había comprobado que éstas retrocedían ante una simple y diminuta chispita, y necesitaba saber cuál era el poder que tenía ésta. Se colocó a cuatro patas y caminó lentamente hacia donde brillaba la luz, sin embargo se detuvo antes de llegar a su altura, porque ésta había comenzado a crecer y a intensificarse, entonces escuchó el griterío de las sombras, miró hacia ellas y las vio retirarse horrorizadas ante aquella luz que había comenzado a aumentar. Se sintió cegado y se echó para atrás cayendo sobre sus posaderas; a medida que la luz crecía, iba tomando forma humana, parecía un ser con cabello largo y túnica. Poco a poco fue tomando relieve y aparecieron sus facciones, hasta brotar una luminosa mujer, de cabello azulado que vestía una toga blanca que le llegaba hasta los pies, que en lugar de estar apoyados en el suelo, se mantenían a unos centímetros de él, flotando. Su cara era ovalada, de una belleza sin igual, tenía los ojos grandes y ligeramente rasgados, de color violeta muy brillante. Sonreía de forma serena mientras le miraba con gran dulzura, como si realmente le amase. Aquel profundo sentimiento le desconcertaba verdaderamente, ¿cómo podía amarle alguien que no conocía? ¿De dónde había salido aquella mujer luminosa?
- Soy Cala – se presentó de pronto como si hubiera escuchado lo que pensaba.
Él no dijo nada, se había quedado sin habla, completamente mudo allí sentado en el suelo, deslumbrado por la luz que irradiaba aquella mujer, una luz que iluminaba todo el inmundo agujero en el que se hallaban metidos. Definitivamente las sombras habían terminado por retirarse, por apartarse por completo, ella, Cala, las había echado con su simple presencia.
- No temas – dijo la aparecida con aquella voz dulce y a la vez firme, que la caracterizaba -, el miedo es lo que nos impide avanzar – añadió -. Ven, ponte de pie, Samuel... – propuso finalmente haciendo un gesto con las manos.
Samuel tragó saliva, temeroso, preguntándose cómo demonios sabía su nombre, porque pese al aturdimiento que le invadía, no recordaba haber pronunciado palabra ninguna. Cala le miró fijamente a los ojos y le sonrió embargándole de una calidez que no había experimentado jamás.
- Conozco todo sobre ti, siempre hemos estado unidos, formamos parte de una misma esencia – explicó la mujer.
Samuel se dio cuenta de que a parte de leer su mente, aquel ser hablaba sin mover los labios, sin embargo él la escuchaba perfectamente dentro de su mente, se comunicaba de forma telepática. De forma instintiva, miró hacia arriba, hacia la boca del pozo, después miró a la hermosa dama de luz y arqueó las cejas, de tal forma que a ella debió de parecerle cómica y no pudo evitar soltar una sonora carcajada que llamó mucho la atención de Samuel, que la observó sorprendido. Cuando pudo recuperar un poco el control de sus emociones, se irguió lentamente y se fue poniendo en pie con cierta dificultad, pues llevaba demasiado tiempo encogido en el suelo. Cuando estuvo de pie, colocado justo enfrente de ella, la miró a los ojos:
- ¿Cómo puedo salir de aquí? – preguntó con voz trémula.
- Puedes salir cuando quieras, nadie puede hacer que permanezcas aquí – respondió Cala.
- Las sombras... – musitó Samuel.
- Ellas solamente tienen el poder que tú les des – fue la escueta respuesta de Cala.
- Pero...
No tuvo tiempo de preguntar de nuevo, la hermosa mujer se esfumó de la misma forma que se había materializado, pero a la inversa, y Samuel se quedó allí de pie, con cara de tonto, tratando de analizar todo lo que Cala le había dicho. Se quedó durante unos minutos intensos allí quieto, con los ojos como platos, clavados en el lugar que había ocupado el mágico ser, después, poco a poco fue asimilando lo sucedido. Recordó que le había dicho que podía salir de allí cuando quisiera, que nadie podía retenerle en aquel lugar inmundo, eso significaba que había alguna salida por la cual poder abandonar ese agujero.
Se acercó a una de las paredes y comenzó a palparla de arriba abajo tratando de encontrar alguna puerta o algo similar; cuando terminó con esa pared, empezó con las demás, las fue palpando de una en una de forma minuciosa buscando aquella salida. Nada, no hubo suerte, no había una grieta siquiera, empezó a ponerse nervioso y a palparlo todo de forma frenética, pero no halló nada. Se llevó las manos a la cabeza mientras levantaba la cara hacia arriba en forma de súplica, entonces vio la boca del pozo, la miró durante unos momentos y frunció el ceño creyendo haber descubierto algo. Volvió la cara repentinamente al suelo y comenzó a rastrearlo con avidez: Una trampilla, eso es, una trampilla, se decía a sí mismo mientras buscaba. Se arrodilló y comenzó a gatear palpando todo el suelo con gran angustia en busca de la trampilla que estaba seguro que había. Pero no halló nada, absolutamente nada, ni en el suelo ni en las paredes había nada, no había ninguna salida allí, aparte de la boca que se levantaba a varios metros de él, y era imposible trepar por aquellas paredes lisas, sin nada a lo que poder asirse.
Desesperado se dejó caer sobre sus rodillas, había tenido esperanza durante unos momentos, pero ésta se había disipado tan rápidamente que apenas había podido disfrutarla. Enterró la cara entre las manos y rompió a llorar, el tener que resignarse de nuevo, era muy difícil, después de haber creído que realmente podía salir de allí. Lloró durante largo rato, lamentándose por su mala estrella, su vida antes de caer en aquel absurdo pozo era tranquila, pacífica, él nunca se metía con nadie, por ello se consideraba una buena persona, por eso no comprendía que aquello le estuviera pasando, él no consideraba que mereciese haber caído allí abajo. Cuando se hubo cansado de autocompadecerse, se tumbó en el suelo encogido en posición fetal, como al principio, pensando que jamás podría salir de allí, fue entonces cuando las sombras volvieron a aparecer, primero pequeñas, luego, poco a poco más grandes.






CONTINUARÁ...

1 comentario:

Javier Pellicer dijo...

Vaya, la historia mejora por momentos. Lo que decía en el anterior post, me encanta cómo describes el ambiente, la opresión de la oscuridad y luego la esperanza de la luz. Es delicioso.

Voy a seguir esta historia con mucho interés.

Y en cuanto a Tierra, de Víctor Morata, te aseguro que no te arrepentirás de comprar el libro. Es muy bueno, y algún día creo que oirás hablar de él como escritor profesional (espero que de mí también, jejeje).

Un fuerte saludo y un abrazo