jueves, 11 de febrero de 2010

APOCALIPSIS



Sin aliento, y con la garganta lacerada por la gelidez de la noche, nos detenemos junto a las ruinas de una triste iglesia. Pienso absurdamente en el dueño del departamento, aplastado bajo el edificio, inexplicablemente dormía, a pesar de lo acaecido, dormía, como un animal que sólo obedece a su instinto, seguramente la muerte le ha sobrevenido sin percibirlo siquiera.
La chica tiembla entre mis manos, jamás habíamos estado tan cerca, sólo éramos amigos, y ahora somos dos náufragos que huyen del apocalipsis que les rodea. La aparto un poco de mí, quiero verle la cara, ese rostro que he amado desde que tengo uso de razón, está asustada, abatida, algo terrible ha sucedido, algo más allá de lo que estamos viviendo, lo sé, lo leo en sus tristes ojos.
- Ha muerto… - acierta a decir con voz temblorosa, y no necesito preguntar para saber que se trata de él, siempre se trata de él. La abrazo y reprimo un sollozo.
El suelo tiembla de nuevo bajo nuestros pies, y caemos abrazados sobre la empapada acera, nos arrastramos como reptiles junto a las piedras de la iglesia, ella me mira un momento, desea preguntarme algo, tal vez piensa que yo conozco el final de la historia, pero en lo único que puedo pensar es en cómo sobreviviremos a la siguiente acometida, esto parece no tener fin. La tierra se revuelve de nuevo, esta vez el estruendo ha sido aterrador, y una certeza funesta se instala en mi alma, algo que sé.
La miró de nuevo, ella tirita y llora, le tomo la cara entre las manos y la obligo a fijar sus ojos en los míos:
- Te amo… - musito con voz trémula – Sólo quiero que lo sepas…
Ella abre los labios presta a decir algo, pero una tremenda sacudida nos ataca, partiendo el mundo en dos. La enorme grieta se ensancha horadando la ciudad que nos contiene, y caemos sin remedio, hacia un abismo insondable…


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