viernes, 8 de mayo de 2009

LA REVOLUCIÓN (4)

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Y las obras de la ostentosa estatua comenzaron de manera inmediata, los arquitectos hicieron ir a las obras a centenares de hombres de la ciudad, hombres, mujeres que les dieran agua y comida, y niños que actuasen como recaderos para hacer llegar las órdenes de un lado a otro. Se invirtió muchísimo dinero en los grandes bloques de mármol que tuvieron que importar, dinero que se quitó de otras muchas necesidades que había en la ciudad. No se escatimó en gasto ni en inversión, El Líder quería una gran estatua que se viera desde toda la región, y la tendría, así era como debía ser.
Él mismo revisaba las obras personalmente, se paseaba por el recinto vallado, día sí, día también, exigiendo que le mostraran todos los avances que se iban produciendo a cada instante, y nunca era suficientes, nunca bastaban, siempre eran pocos, demasiado pocos para su gusto. Así que se enfadaba, se molestaba con los arquitectos y les conminaba a darse más prisa, porque ardía en deseos de ver su gran figura hecha en mármol. Éstos se agobiaban y temían ser duramente represaliados, así que machacaban a los trabajadores para que trabajasen más y más duro. Reducían sus descansos de manera escandalosa y les azotaban para que se dieran más prisa, pero no era suficiente. Cuando algunos trabajadores caían muertos al suelo a causa del cansancio, eran rápidamente sustituidos por otros, y como empezaran a escasear, empezaron a bajar la edad de reclutamiento hasta llegar a niños de apenas diez años. Pero El Líder se mostraba impaciente, su insaciable ego no dejaba de empujarle a exigir cada vez más, se moría por ver la faraónica obra finalizaba lo antes posible.
Cuando los arquitectos le mostraron por fin su gran cabeza tallada en mármol y perfectamente pulida y abrillantada, éste se limitó a hacer un gesto de desdén con la mano, luego ordenó que se repitiera todo el trabajo, porque le habían puesto una expresión demasiado hierática, y él no quería asustar a su pueblo. Tardaron meses en volver a repetir todo el trabajo, y cuando por fin lo hubieron concluido, volvió a echárselo para atrás, esta vez argumentó que su expresión era demasiado cercana, que parecía la de un hombre cualquiera, y que de este modo nadie le respetaría en absoluto. Los arquitectos se preocuparon, repetir de nuevo aquello demoraría demasiado toda la obra, y tanto los trabajadores forzosos, como ellos mismos, estaban al borde de sus fuerzas, así que decidieron hablar con el hombre que más cerca se hallaba de El Líder, su consejero personal.
Éste les recibió en la sala de reuniones del edificio en el que habitaba El Líder junto con toda su corte, y escuchó atentamente todo lo que tuvieron que decirle, luego se puso en pie y se paseó por la estancia rascándose la barbilla con aire preocupado, porque en el fondo sabía que las palabras de los arquitectos estaban cargadas de razón, pero también sabía que no podía ir a El Líder con toda aquella sarta de quejas. Les miró uno a uno durante unos segundos, y adoptó un semblante serio, luego tomó la palabra haciendo acopio de la poca energía que le caracterizaba.
- Muy bien, señores, veo que tienen un montón de quejas, que no se encuentran nada a gusto con la labor encomiable que les ha sido encomendada – dijo con voz ampulosa.
- No es eso, señor consejero – se apresuró a decir uno de los arquitectos.
- ¿A no? – preguntó el consejero alzando una ceja – Pues eso es lo que yo he escuchado, quejas y más quejas…
- Lo que sucede es que el pueblo se está matando en las obras sin cobrar nada, apenas se les manda comida y caen como moscas – explicó el arquitecto que parecía haberse hecho portavoz del resto -, han tenido que dejar sus negocios y no tienen siquiera ahorros para poder comer…
- El Líder les manda comida y agua – justificó el consejero.
- Lo sabemos, y es algo muy loable, pero sin ofender, es que no es suficiente – intervino de nuevo el portavoz de los arquitectos.
- ¿Acaso no se sienten honrados con estar modelando el cuerpo del mismísimo Líder? No tendrían que cobrar por ello, tendrían que pagar por tener dicho honor – explicó el consejero en tono airado.
- Y lo saben, se sienten muy honrados, lo que ocurre es que tienen hambre, algunos incluso han tenido que vender todas sus pertenencias para poder comprar comida, otros han vendido hasta su casa y se han juntado con otras familias para vivir bajo el mismo techo, y de esta forma repartirse el dinero de la venta y poder alimentar a sus familias – explicó el portavoz de los arquitectos -. No criticamos las decisiones de El Líder, jamás haríamos algo así, sólo decimos que la gente está en el límite, y eso podría acarrear serios problemas…
- ¿A qué se refiere? – preguntó el consejero en tono de preocupación.
- A que no es bueno tensar demasiado la cuerda, ya sabe, hay que dar una de cal y otra de arena – respondió el portavoz de los arquitectos.
- No diga bobadas – dijo el consejero con fingido tono de desdén, lo cierto era que había comenzado a preocuparse por todo aquello que le contaban, pero, ¿cómo plantarse frente a El Líder para decirle todo eso? Eso era sencillamente impensable, porque El Líder jamás se equivocaba, nunca tomaba decisiones erróneas, y si daba marcha atrás ahora, perdería su infalibilidad, algo que no se podía permitir, sería un gran error. El Líder no rectificaba, porque sencillamente, no se equivocaba -. Y ahora lo mejor será que se vayan y nos olvidemos todos de lo que aquí se ha dicho, seguirá todo como hasta ahora, esmérense en hacer bien su trabajo y no habrá más problemas, todo se solucionará.
- Pero…
- Pero nada, no culpen de su incompetencia a El Líder, están para servirle fielmente sin cuestionar sus órdenes, ¿entendido? – todos asintieron – Pues muy bien, váyanse a seguir con su trabajo.
De nada sirvió aquella conversación que los arquitectos mantuvieron con el consejero, y que por supuesto nunca llegó al conocimiento de El Líder. De haber sido así, las vidas de aquellos infelices hubieran corrido serio peligro, podían haber sido acusados de alta traición, y el consejero lo sabía, por eso les había echado del edificio con cajas destempladas. En el fondo les había salvado
la vida.
( Este relato pertenece al libro "Arcas cerradas", que se puede adquirir a través de este blog, en la etiqueta libros para comprar o en los siguientes enlaces:TAPA DURA:http://www.lulu.com/content/6224792TAPA BLANDA:http://www.bubok.com/libros/7792/ARCAS-CERRADAShttp://www.lulu.com/content/6212380)CONTINUARÁ...

6 comentarios:

Nosotr@s dijo...

Olé la gente creativa, escribiendo textitos ñulos. Saludos, muñaña

La Bruja de Clarà dijo...

Hola, me sonaba tu nombre y no sabía de qué. Eres de las que van al Café del Autor a tomarse algo je je je. Me alegra que me sigas. Yo también le echaré un vistazo. Nos leemos por aquí. Un abrazo

LOREA OTSOA HONORATO dijo...

Bienvenidos todos al barco.
Gente creativa es lo que se echa de menos, gracias a que existe internet se pueden encontrar cosas increíbles y nada enlatadas;)
Sí, La Bruja, está bien tomarse algo en el café, y de paso encontrar lectura, que unca viene mal.


Saludos a todos!!!

Alejandro Ramírez dijo...

Hola, Lorea. Encontré tu link por ahí mientras daba un paseo por la red. Muy bueno tu sitio pero no me atrevo con un comentario, apenas estoy leyendo.

Un saludo.

LOREA OTSOA HONORATO dijo...

Gracias, Alejandro; espero que te sigas pasando por aquí y que disfrutes con lo que lees.



Un saludo.

Silverolus dijo...

Si estáis hart@s del ruido en cualquiera de sus facetas, os invito a uniros a la campaña para bloguer@s "UNIDOS CONTRA EL RUIDO"; l@s interesad@s en manifestar su adhesión deberán visitar el blog "Silverolusplater" y seguir las indicaciones. Un saludo y gracias de antemano.