lunes, 13 de octubre de 2008

EL PEQUEÑO TREN




SINTRA (Portugal):

Propongo un viaje a la antigua villa portuguesa de Sintra, clasificada como Patrimonio Mundial de la Humanidad en el año 1995 por la UNESCO. Dicha localidad es todo un paisaje cultural lleno de riqueza y en el que podemos hallar el Palacio Real del siglo XIV, que fue residencia de los reyes de Portugal. También podemos encontrar el Castillo Moro, el Palacio da Pena y los jardines del maravilloso Parque de Montserrate, con más de tres mil especies de árboles y arbustos.
Situado frente a este pequeño y rudimentario taller en el que reposa el pequeño tren que une la bella y encantada localidad portuguesa de Sintra con las praias das Maças (playas de Maças), uno puede realizar un viaje al pasado, un tiempo en el que las ciudades eran recorridas por estos míticos y eléctricos trenes o tranvías. Mirándolo es fácil imaginarlo transitando entre gentes de época: hombres con flamantes sombreros de copa y elegantes levitas, consultando sus relojes de cadena para devolverlos posteriormente al bolsillo de sus chalecos, y mujeres embutidas en vestidos de estrechos talles y pomposos bajos protegiéndose bajo coquetas sombrillas adornadas con flecos.

Estos simpáticos y maravillosos tranvías de Sintra, fueron reformados por una empresa que se encargó de su total restauración y puesta a punto, respetando en todo momento su esencia. El método de mantenimiento sigue siendo el de antaño, tal y como muestran las fotografías, no queriendo cambiar ni un ápice su idiosincrasia.
Hoy día este tipo de transportes se conservan como algo pintoresco que nos evoca un pasado entrañable y romántico de calles dibujadas por líneas de estrechas vías metálicas coronadas por negros cables, y en el espacio intermedio, el sencillo vagoncito cargado de pasajeros, luchando por mantener su espacio físico-temporal, desafiando siglos de avances tecnológicos tratando de mantener su tan merecido lugar, conseguido a fuerza de encantar con esa magia que desprenden los trenes antiguos, cargados de historia, ejerciendo tanta atracción sobre las personas como un potente imán.
El pequeño tranvía que une Sintra con las playas, realiza un no muy largo, pero gratificante recorrido de ensueño, uniendo el verde vergel en el que se halla enclavada la población, pasando por la pequeña villa de Colares, famosa por sus vinos, y las playas que con su formidable expansión adornan y ponen broche final a la costa portuguesa, con su intenso rojo ir y venir, trepando lento las cuestas que conforman su recorrido y demostrándonos orgulloso que pese al paso del tiempo y los grandes cambios habidos en este nuestro mundo, sigue manteniendo su personalidad y carisma intactos.
El tranvía de Sintra es una auténtica joya del pasado conservada, un vagoncito que se conserva tal cual, como si la modernidad hubiera pasado de espaldas a él, o como si él hubiera rehusado cualquier tipo de nueva tecnología, conservando los mismos asientos de madera, los mismos mandos rudimentarios de cuando fue construido, todo exactamente igual, intacto. Se pasea orgulloso con su lento y cansado caminar portando viajeros en su interior, personas que quizás no perciban la historia que rezuma la carcasa de hierro que envuelve los asientos de madera sobre los que van sentados masticando sueños, quizás los mismos, tal vez diferentes, a los que tuvieron los pasajeros de antaño, pero sueños a fin de cuentas, sueños viajando dentro del mágico trenecito que además de cumplir con su recorrido día tras día, ha logrado viajar a través del tiempo hasta colarse en nuestros días gimiendo con voz de pasado, reivindicando que a veces cualquier tiempo anterior sí fue mejor.
Observando el maravilloso espectáculo que ofrece el pequeño tren, uno no puede evitar preguntarse si acaso en aras del progreso la humanidad no habrá dejado verdaderas joyas en el camino, elementos que en su tiempo fueron una auténtica revolución, grandes ideas que después hemos desechado como si tirásemos trastos viejos por la ventana, verdaderos hitos de su tiempo a los que quizás no les hayamos dado el lugar y el valor que se merecían.
No puedo evitar sentir nostalgia por un medio de locomoción anterior a mi persona y sin embargo lleno de encanto y de romanticismo, un gran símbolo dentro de la gran ciudad, un signo de progreso que terminó por ceder espacio a nuevos signos de progreso, porque el pequeño tren siempre fue generoso y comprensivo, no le importó aceptar su retirada, eso sí, conservando toda su dignidad.
Hoy día cuando se visita una gran ciudad, la gente aun se entusiasma al ver los raíles de antiguos tranvías, tal vez por ello, en ciudades como Lisboa, y en pequeñas localidades como Sintra, se utilizan estos medios de transporte antiguos como un reclamo turístico de gran eficacia. Yo aconsejo a todos los amantes de estos pequeños trenes, a visitar la pequeña villa portuguesa de Sintra, a cenar en el pintoresco restaurante de la cuesta de la plaza tras haber viajado sentado sobre los asientos de madera del viejo tranvía, una cita ineludible.

No hay comentarios: