martes, 9 de diciembre de 2008

LA CASA DE LAS VIRTUDES



- I -

CUANDO TODO EMPEZÓ

- ¡Chsssst! Calla, escucha, ha nacido el primero, ¿lo ves? Es muy bello aunque sea tan diferente al resto del mundo, es especial, incluso sublime, ¿no le oyes llorar? Pobre, sufre ya por el futuro que le espera, presiente que no será aceptado, sabe de sobra que el universo al que ha venido es muy cruel con los diferentes. ¡Mira! Ya abre los ojos, se ve que está desorientado, le costará mucho adaptarse y no creo que llegue a conseguirlo, pero su vida es mucho más valiosa de lo que él mismo cree.

El amanecer explotó hiriendo mortalmente al horizonte, que expulsó sangre de fuego en rotundas llamaradas incandescentes, y en medio de este apocalíptico infierno sideral se escuchó el desgarrador llanto de un bebé recién nacido. La matrona lo envolvió en sábanas, estaba cubierto de sangre, lo metió en una cesta y lo sacó de la habitación, momento que aprovechó el padre para correr a ver cómo estaba su esposa.
La halló postrada en la cama con los ojos llenos de lágrimas, le tomó la cara entre las manos, la tenía empapada en sudor. Ella le miró intensamente, después sonrió como si se alegrase de verle tras una larga temporada teñida de ausencia. Él se inclinó sobre ella y le besó suavemente la frente, en ese instante tuvo una visión, se vio a sí mismo junto a su esposa, más viejo él, ella parecía igual de joven que ahora, mantenía perfectamente su lozanía; se hallaban en una gran sala de tribunal, donde el severo juez juzgaba a seis personas, que por la poca estatura parecían niños. No podía saber de quiénes se trataba, pues iban cubiertos con una especie de hábitos con capucha y sus rostros se ocultaban tras unas siniestras máscaras de color blanco. Todo el pueblo se hallaba en la sala, y en los ojos de cada uno de ellos había encerrado un odio desmesurado. Miró a su mujer, sentada a su lado mientras se preguntaba quiénes serían y qué habrían hecho aquellos individuos para merecer tanto odio.
Su esposa murmuró algo y él regresó de manera brusca a la realidad que acontecía en el presente. La miró lentamente, analizando cada uno de sus rasgos, ella le devolvió una mirada un tanto inquieta, él tenía el miedo dibujado en la cara, como si algo malo fuera a suceder.
- ¿Qué ocurre? – preguntó ella un tanto contrariada.
- Nada, no te preocupes – respondió él tratando de borrar la imagen de aquel terrible juicio que había presenciado en su visión.

En el cuarto de baño la matrona y una sirvienta se afanaban por limpiar la sangre del cuerpo del bebé, jamás habían visto a un recién nacido tan embadurnado de ésta. Frotaban su piel tratando de volverla rosada, pues ése debía ser su color natural. Probaron con todos los jabones que había a su alcance tratando de limpiar aquella frágil piel mientras el pequeño infante no paraba de llorar visiblemente molesto por aquel exhaustivo baño.
El incendio celestial se fue extinguiendo dejando nacer un hermoso día de color mar. Los rayos del sol penetraron por la ventana atravesando el cristal e inundaron la habitación con su blanca luz. La matrona entró con un bulto envuelto en trapos blancos en su regazo, se acercó lentamente al matrimonio, la mujer la miró a los ojos, la preocupación y el desasosiego vivían en ellos. El hombre se acercó a la matrona y miró el bulto que portaba, posó su mano sobre él, estaba caliente y palpitaba con fuerza, levantó uno de los trapos suavemente, concretamente el que cubría su cara, y dio un paso atrás asustado.
- ¿Qué ocurre? – preguntó la mujer desde la cama.
- Llévatelo – ordenó el hombre a la matrona en voz baja.
Ésta obedeció sin mediar palabra, salió del dormitorio ante la desconcertada mirada de la mujer.
- ¿Qué sucede? ¿Por qué se va? Quiero ver a mi hijo – suplicó desde la cama.
El hombre no respondió, se limitó a acercarse a ella y abrazarla con fuerza. Dos gruesas lágrimas se descolgaron de sus ojos, rodaron por sus mejillas y cayeron sobre la cabeza de su adorada esposa, ella permaneció muy quieta, sin atreverse a articular movimiento alguno, el abrazo de su marido no la tranquilizaba, sino que la asustaba, sabía que algo terrible ocurría, pero no tenía el valor de preguntar qué, se quedó allí escondida entre los brazos de su esposo, fingiendo todo el tiempo que le fuera posible, que no ocurría nada malo en realidad, hubiera querido permanecer allí para siempre, que los minutos, las horas, los días, los meses, los años y en definitiva la vida, pasara vertiginosa por los vértices del tiempo hasta concluir o transformarse en una eterna eternidad.
Dos estrellas se fundieron el firmamento a plena luz del día volviendo el cielo blanco y brillante, el hombre cerró los ojos cegado por tanta luz, y la mujer se abrazó a él con mucha más fuerza mientras exhalaba un grito desesperado. Todos los vecinos del pueblo, corrieron hasta sus ventanas para presenciar anonadados el extraño acontecimiento que se estaba produciendo en los cielos.
Tiempo después aun se comentaría este hecho, pues nunca jamás habían visto que el cielo cambiase de color repentinamente, y además aquella no fue la última vez que ocurrió, pues sucedió en cuatro ocasiones más, y los vecinos del lugar temieron que fuese el presagio de algo malo. Sin embargo la quinta vez fue la última que se dio aquel fenómeno tan extraño que nadie supo ni pudo explicar.
Con el tiempo se fueron olvidando del suceso y lo achacaron a un capricho de la naturaleza, dejaron de darle importancia, sus mentes humanas lo fueron dejando oculto en el gran desconocido subconsciente, pues en sus cabezas fueron anidando nuevas ideas y preocupaciones mucho más cotidianas que desplazaron lo que ocurrió y no consiguieron comprender


-II-

LIVO

En Livo todo era sobriedad, seriedad y formalidad. Las gentes de dicho lugar eran cautas, discretas y muy responsables. Caminaban de forma ordenada por las calles perfectamente estructuradas, de una anchura suficiente para que se pudiera transitar por ellas con desahogo y de una rectitud neurótica. Jamás chocaban unos con otros, pues respetaban de manera escrupulosa todas las normas que ellos mismos habían creado para llevar una vida irreprochablemente correcta, simétrica y llena de orden.
Vestían todos de igual manera, con ropas negras, blancas y las diferentes gradaciones del gris, indumentarias de corte muy clásico, lejos del colorismo llamativo y de las hechuras provocativas. Sus comidas eran equilibradas en un 100 %, tenían elaborados todos los menús que debían comer durante todo el año y lo llevaban a rajatabla, de este modo pretendían cuidar su salud y vivir una media de edad similar entre ellos; era tal su obsesión por vivir todos más o menos los mismos años, que a los que se pasaban de la franja de edad estipulada, los confinaban en un centro especializado en el que les inyectaban una sustancia que los conducía limpiamente a una muerte indolora. De esta forma sabían cuánto iban a vivir como máximo, lo cual les daba una perspectiva irreal de control sobre sus vidas. Ni reían ni lloraban más de lo preciso, tenían la obligación de controlar sus sentimientos, desde que eran niños eran educados concienzudamente para ello, les inculcaban aquellos valores que tanto estimaban y respetaban todos y cada uno de los habitantes de Livo. Con todas estas leyes y normas conseguían vivir inmersos en una rutina férrea que les proporcionaba una gran tranquilidad, sabían cómo les iba a ir el día, porque todos los días eran exactamente iguales, cambiaban algunas pequeñas cosas que se escapaban a su control, pero eran hechos insignificantes que apenas modificaban la cadena de acontecimientos que conformaban las horas de sus existencias. Todo esto vestía a Livo de una especie de perfección artificial que muchos lugares admiraban y trataban de imitar, era un pueblo modelo que daba sensación de paz y sosiego, era armonioso y correcto, prefabricado, siniestro.
Carpia era probablemente la única habitante de Livo que recordaba aquellos cinco fenómenos paranormales que repartidos por el tiempo habían asolado el cielo volviéndolo completamente blanco. Llevaba años estudiándolos para tratar de hallar una conexión entre ellos, y algo en el mundo en el que vivían. Había ido elaborando numerosas teorías, algunas de ellas eran muy descabelladas y estrambóticas, otras en cambio, no carecían totalmente de lógica. Consultó diversos libros sobre fenómenos meteorológicos, sobre brujería, religiones y demás, tratando de hallar respuestas; de este modo llenó su casa de libros hasta arriba, cuando sus estanterías estuvieron repletas y ya no cabía ni un ejemplar más, tuvo que irlos colocando por todos los rincones, con lo cual su vivienda se convirtió en una especie de biblioteca improvisada, era imposible hallar un rincón en el que no hubiera libros. Todo esto le creó una fama de extravagante en el pueblo bastante molesta, pues todo el mundo cuchicheaba a sus espaldas. Pronto se empezó a comentar que estaba loca y ella temió que tratasen de tomar medidas y la encerrasen, por ello decidió hacer una gran reunión para todos los vecinos de Livo, en ella desvelaría cuáles eran sus investigaciones y qué conclusiones había conseguido sacar.
Mandó hacer invitaciones que posteriormente envió a todos y cada uno de sus vecinos, a los cuales citó en un gran pabellón que había alquilado utilizando parte de sus ahorros para ello, pues pensaba que la ocasión lo requería, y pasó semanas enteras preparando el discurso que quería dar, ordenó sus apuntes, los completó con consideraciones de los libros que más la habían ayudado en su estudio de los fenómenos extraños de aquellos cinco días, y se dispuso a dar a conocer todo esto al resto de Livo.
En un principio las gentes del pueblo se mostraron reacias a asistir a la reunión propuesta por la extravagante mujer, pero finalmente la curiosidad le ganó el pulso a la desconfianza y fueron llenando poco a poco el pabellón que Carpia había alquilado semanas antes.
Entraban en pequeños grupos, cuchicheaban mientras miraban a un lado y a otro seguramente tratando de hallar a la convocante en algún rincón, pero ella permanecía oculta tras los enormes cortinones de terciopelo gris que había tras el atril que ella misma había colocado para hablar desde él a sus paisanos. También había dispuesto un montón de mesas sobre las que había puesto diferentes libros con anotaciones, para que el que quisiera, pudiera hojearlos libremente y comprobar que lo que ella decía tenía una buena base documental sobre la cual sostenerse.
Se fueron sentando en las sillas que había repartidas por todo el auditorio, Carpia esperó pacientemente a que todos los asistentes se hubieran situado en sus respectivos lugares. Una vez ocurrido esto, salió de detrás de las cortinas y se colocó tras el atril, lugar desde el que iba a lanzar su discurso. Carraspeó para aclarase la garganta y el murmullo colectivo se silenció de forma automática, en el fondo tenían muchas ganas de escuchar lo que tenía que explicarles.
- Gracias por asistir – sonrió tímidamente, los serios rostros de sus paisanos la ponían muy nerviosa. Carraspeó nuevamente, tenía la cara caliente y temió ruborizarse delante de todo el mundo, lo cual le restaría aplomo y por lo tanto credibilidad a su tesis, así que trató de impedirlo, y para ello se lanzó a hablar, pues en el fluir de sus palabras se iban poco a poco diluyendo sus nervios.
En un principio los allí presentes se mostraron un tanto escépticos, pues la introducción de Carpia era demasiado larga, sin embargo ella se dio cuenta a tiempo y resumió al máximo su exposición.
- Todo esto me ha llevado a un hecho muy curioso – dijo por fin -, los fenómenos paranormales que asolaron el cielo de Livo en cinco ocasiones, coinciden de una forma exacta con los nacimientos de la mansión Puncio, los partos de Calisa Puncio.
Los que hasta ese momento no le habían prestado mucha atención, guardaron silencio, y la miraron fijamente, ahora sí que había conseguido hacerse por completo con el pabellón.
- ¿Y qué relación hay entre los partos de Calisa Puncio y los fenómenos extraños? – preguntó uno de los asistentes en voz alta para que todo el mundo pudiese escucharlo.
- Pues aun no lo sé – respondió Carpia visiblemente contenta de que por fin su público se implicara -, y es eso precisamente lo que quiero averiguar, lo que me queda por descubrir, tengo que hallar la conexión entre los partos y los fenómenos.
- ¿Cómo sabes que están comunicados? – preguntó otro de los asistentes.
- Tienen que estarlo, no puede ser casualidad, además, no olvidemos que los hijos de Calisa Puncio nacieron muertos, ¡los cinco! ¿No resulta cuanto menos insólito?
- ¡Es obra del demonio! – gritó una mujer desde el fondo de la sala.
Todos los asistentes miraron hacia atrás, la mujer miraba para arriba con los brazos extendidos hacia el techo; hubo un gran murmullo entre la multitud, Carpia no dijo nada, se limitó a esperar pacientemente, había conseguido que tomaran en consideración sus teorías y eso la tachaba automáticamente de la lista negra de cosas irregulares y poco lógicas de Livo.
- ¿Qué es lo que tú crees? – preguntó un hombre poniéndose en pie, el resto de los presentes guardaron silencio, pues se trataba del mismísimo juez Carón, uno de los hombres más poderosos del pueblo -, aunque no tengas pruebas aún, seguro que una idea de lo que sucede ronda tu mente, debes compartirla con todos nosotros ya que nos has reunido aquí.
- ¡Eso! ¡Eso! – comenzaron a gritar algunos de los allí presentes.
- Bueno, yo creo que Calisa Puncio ha hecho un pacto con el demonio.
- ¿Cómo?
- ¡Es obra del demonio! – volvió a gritar la mujer del fondo con los brazos en cruz.
- ¡Silencio! – ordenó el juez Carón - Continúa – dijo después dirigiéndose a Carpia.
- Bueno, todos conocemos a los Puncio y sabemos que Calisa Puncio es muy bella, es como si los años no pasaran por ella – el silencio en el pabellón era sepulcral -, cinco embarazos y su figura quedó intacta. Yo creo que entregó a Satanás sus hijos a cambio de belleza y juventud.
El silencio se quebró una vez más por el murmullo de la multitud, Carpia miró al juez Carón para ver cuál era su expresión, éste miraba hacia el suelo pensativo, como reflexionando sus palabras, midiéndolas minuciosamente, troceándolas en busca de su significado más profundo. Tembló, tuvo miedo de cuál sería el veredicto de aquel hombre tan poderoso en Livo, pues él y su amigo Nerodi eran los que manejaban los hilos que guiaban aquel pueblo. De pronto alguien tocó su hombro, ella se volvió sobresaltada para comprobar que se trataba de mismísimo Nerodi, un hombre moreno que vestía traje y corbata gris oscuro.
- ¿Me permite? – preguntó señalando el atril, Carpia asintió y se retiró apresuradamente para dejarle paso - ¡Un momento de silencio, por favor! – exclamó dirigiéndose a la multitud. Todos callaron y le miraron fijamente - Esta mujer nos ha recordado un hecho, o mejor dicho, unos hechos extraños que acontecieron hace más de diez años y que ya habíamos olvidado. Dice haber investigado mucho, y sin embargo no tiene pruebas para verter acusaciones tan graves sobre el matrimonio Puncio, que son personas muy respetadas y correctas. Es cierto que aquellos hechos fueron aterradores, algo que desgraciadamente se escapó a nuestro control, lo cual me pone los vellos de punta, pero no podemos tratar de buscar explicaciones absurdas e ilógicas, eso es de locos, y usted no quiere que creamos que está loca, ¿verdad? – preguntó mirando a Carpia severamente, ésta negó con la cabeza - Pues bien, lo mejor será que todos olvidemos este asunto, le daremos una nueva oportunidad a esta mujer para que se deje de historias y haga una vida correcta y como Dios y las leyes de Livo ordenan.

Los habitantes de Livo allí presentes, aplaudieron enfervorecidamente las sabias palabras de Nerodi, que concluyó su improvisado discurso con palabras de calma para tratar de tranquilizar los ánimos de la muchedumbre, pues no deseaba un pueblo muerto de miedo y paranoico a causa de la superchería y los cuentos de viejas, sabía de sobra que no había nada más peligroso que una multitud descontrolada a causa del pánico.
Carpia se retiro discretamente para no llamar la atención, consideraba que ya lo había hecho lo suficiente con aquella reunión que finalmente de nada había servido, o por lo menos de nada bueno, pues de ahora en adelante la vigilarían más de cerca, y esto suponía que tendría que ser más discreta y cauta, pues no tenía ninguna intención de abandonar el tema, ahora más que nunca tenía que demostrar que algo malo ocurría en casa de los Puncio, demostraría a todo el mundo que no estaba loca y se convertiría en algo célebre para Livo, todos los que ahora la tomaban por loca, tendrían, no sólo que disculparse, sino que deberían darle la razón y reconocer que su trabajo y sus investigaciones habían sido espléndidas; se vio impresa en un gran libro de historia y sonrió vanidosa escondida tras los enormes cortinones de terciopelo gris.


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Livo es un lugar regido por férreas normas y leyes, en el que casi todo está prohibido. Sus habitantes han decidido no amar, no soñar, no crear, y vivir conforme a normas y leyes que lo reglan todo de una forma neurótica, siniestra. Ansiosos por defender una existencia, que consideran perfecta, son capaces incluso de torturar y de asesinar. Sin embargo unos misteriosos sucesos, cambiarán el rumbo de los acontecimientos. La historia se desliza por multitud de pasadizos secretos, llenos de intrigas, en las que gentes poderosas manejan los hilos de un mundo que teme cambiar, a pesar de estar sumido en una pesadilla continua.


Se puede adquirir el libro completo en las editoriales bubok.com ó lulu.com; también pinchando en los siguientes enlaces:






2 comentarios:

Víctor Morata Cortado dijo...

Tan sólo quería felicitarte por este libro. Iba a hacerlo por mail pero me di cuenta de que no te tengo fichada, jeje. Bueno, te dejé comentario en Bubok. Ya te dije que no se me escapaba leerte como Dios manda (en papel, se entiende)y lo prometido es deuda. Enhorabuena. Besos y un fuerte abrazo.

LOREA OTSOA HONORATO dijo...

Gracias, Víctor, un placer que hayas leído el libro. Yo aún tengo pendientes los de la saga de "Universo mágico", leí "Tierra" hace tiempo, y quiero leer los demás también ,y aprovecho para recomendar a todos los amantes de la literatura mitológica y fantástica, dicha saga, que además de interesante, está muy bien escrita.


Un saludo, y reitero el agradecimiento;)