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En eso pensaba una noche, cuando un carruaje oscuro se detuvo en medio de la calle lóbrega, y unos hombres enmascarados le obligaron a subirse a él. En aquellos breves instantes de confusión, pensó que alguien le había denunciado, uno de aquellos cobardes que no eran capaces de luchar por cambiar el futuro de sus hijos. Ahora le matarían, le harían desaparecer para callarle la boca y que no agitase a la gente. Le taparon los ojos y le amordazaron, entonces sintió cómo el carruaje, tirado por caballos, arrancaba y se alejaba de allí veloz. Durante todo el trayecto permaneció quieto, temía que cualquier movimiento enfureciera a sus captores y le mataran antes de tiempo, sin embargo nadie le atacó, el carruaje siguió avanzando hasta detenerse en algún lugar. Escuchó unos cuchicheos, luego alguien que bajaba del carruaje y alguien que montaba, entonces le retiraron la mordaza y la venda de los ojos, y Luno se halló sentado frente a un hombre que escondía su rastro bajo un blanco antifaz. Dio un respingo sobresaltado al ver aquella imagen que le resultó aterradora, luego carraspeó y se dispuso a escuchar, pero el enmascarado guardó silencio durante un largo rato que se le hizo interminable.
- Tengo entendido que te llamas Luno – dijo por fin, su voz sonaba neutra y fría.
- Así es – dijo el chico un tanto desafiante -, ¿me van a matar?
- Vaya, eres tan directo como dicen, eso no es muy inteligente por tu parte, deberías ser más sibilino a la hora de moverte por el mundo, se cazan más moscas con miel que con hiel, ¿no te parece?
- ¿Me va a sermonear antes de matarme? – preguntó el chico frunciendo ligeramente el ceño.
- ¿Por qué piensas que te voy a matar? No porto arma alguna – dijo el enmascarado con cierta sorna en la voz.
- Puede mandar a los que le sirven que lo hagan, ¿no? – preguntó Luno.
- Sí, podría, pero no lo voy a hacer, te quiero vivo, Luno – respondió el enmascarado.
- No le entiendo – dijo el chico confuso.
- Lo que quiero es ayudarte en lo que pretendes preparar – explicó el enmascarado.
- Yo no preparo nada – mintió el chico con recelo, sospechaba que aquel hombre era un enviado de El Líder, ¿quién sino?
- Está bien, te hablaré más claro, para que confíes en mí – dijo entonces el enmascarado -, digamos que yo estoy tan harto de El Líder como tú, que tampoco me gusta cómo lo está manejando todo, digamos que yo también quiero echarlo abajo – hizo una pausa, Luno le miraba horrorizado, hablaba con una osadía poco común por aquellos lares - , y digamos en definitiva, que tú tienes las ideas, el arranque y tal vez las fuerzas, pero no tienes ni los medios, ni la forma adecuada, ni la diplomacia e inteligencia suficientes…
- Y usted sí… - se aventuró a decir Luno en tono cauto.
- Exacto, y es ahí dónde nos necesitamos el uno al otro – asintió el enmascarado -, yo te necesito como líder de la revolución que queremos plantear, y tú me necesitas como cerebro y apoyo material, ¿comprendes?
- Creo que sí, pero…
- Pero no te fías, y lo comprendo, de todas formas te daré tiempo, no mucho, porque las cosas no están como para demorarse demasiado, en pocos días tendrás noticias mías…
Dicho esto, la puerta del carruaje se abrió de pronto y entraron dos encapuchados de forma violenta, cogieron a un sobresaltado Luno y le arrancaron del asiento en el que se hallaba sentado para lanzarlo a la calle como si no fuese más que un despojo. El chico cayó de bruces en el suelo, y antes de que pudiera levantarse de nuevo, escuchó el carruaje partir de forma tan apresurada que levantó una espesa polvareda que le cejó durante unos momentos breves, pero que le resultaron muy angustiosos.
Cuando se disipó un poco la nube de polvo, Luno se frotó los ojos con energía y miró a su alrededor para averiguar dónde estaba. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al darse cuenta de que se hallaba a los pies de las obras que se estaban llevando a cabo para construir la gigante estatua. Un miedo irracional que había heredado en sus genes generación tras generación, se apoderó de él y no dudó en huir de allí de manera precipitada, corriendo como un poseído hasta llegar a su pobre morada.
- Tengo entendido que te llamas Luno – dijo por fin, su voz sonaba neutra y fría.
- Así es – dijo el chico un tanto desafiante -, ¿me van a matar?
- Vaya, eres tan directo como dicen, eso no es muy inteligente por tu parte, deberías ser más sibilino a la hora de moverte por el mundo, se cazan más moscas con miel que con hiel, ¿no te parece?
- ¿Me va a sermonear antes de matarme? – preguntó el chico frunciendo ligeramente el ceño.
- ¿Por qué piensas que te voy a matar? No porto arma alguna – dijo el enmascarado con cierta sorna en la voz.
- Puede mandar a los que le sirven que lo hagan, ¿no? – preguntó Luno.
- Sí, podría, pero no lo voy a hacer, te quiero vivo, Luno – respondió el enmascarado.
- No le entiendo – dijo el chico confuso.
- Lo que quiero es ayudarte en lo que pretendes preparar – explicó el enmascarado.
- Yo no preparo nada – mintió el chico con recelo, sospechaba que aquel hombre era un enviado de El Líder, ¿quién sino?
- Está bien, te hablaré más claro, para que confíes en mí – dijo entonces el enmascarado -, digamos que yo estoy tan harto de El Líder como tú, que tampoco me gusta cómo lo está manejando todo, digamos que yo también quiero echarlo abajo – hizo una pausa, Luno le miraba horrorizado, hablaba con una osadía poco común por aquellos lares - , y digamos en definitiva, que tú tienes las ideas, el arranque y tal vez las fuerzas, pero no tienes ni los medios, ni la forma adecuada, ni la diplomacia e inteligencia suficientes…
- Y usted sí… - se aventuró a decir Luno en tono cauto.
- Exacto, y es ahí dónde nos necesitamos el uno al otro – asintió el enmascarado -, yo te necesito como líder de la revolución que queremos plantear, y tú me necesitas como cerebro y apoyo material, ¿comprendes?
- Creo que sí, pero…
- Pero no te fías, y lo comprendo, de todas formas te daré tiempo, no mucho, porque las cosas no están como para demorarse demasiado, en pocos días tendrás noticias mías…
Dicho esto, la puerta del carruaje se abrió de pronto y entraron dos encapuchados de forma violenta, cogieron a un sobresaltado Luno y le arrancaron del asiento en el que se hallaba sentado para lanzarlo a la calle como si no fuese más que un despojo. El chico cayó de bruces en el suelo, y antes de que pudiera levantarse de nuevo, escuchó el carruaje partir de forma tan apresurada que levantó una espesa polvareda que le cejó durante unos momentos breves, pero que le resultaron muy angustiosos.
Cuando se disipó un poco la nube de polvo, Luno se frotó los ojos con energía y miró a su alrededor para averiguar dónde estaba. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al darse cuenta de que se hallaba a los pies de las obras que se estaban llevando a cabo para construir la gigante estatua. Un miedo irracional que había heredado en sus genes generación tras generación, se apoderó de él y no dudó en huir de allí de manera precipitada, corriendo como un poseído hasta llegar a su pobre morada.
( Este relato pertenece al libro "Arcas cerradas", que se puede adquirir a través de este blog, en la etiqueta libros para comprar o en los siguientes enlaces:TAPA DURA:http://www.lulu.com/content/6224792TAPA BLANDA:http://www.bubok.com/libros/7792/ARCAS-CERRADAShttp://www.lulu.com/content/6212380)CONTINUARÁ...
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